Este es el calificativo que para
nosotros merece la multitud de periodistas, tertulianos, colaboradores y los
que dicen llamarse “analistas políticos” que pululan por todos los medios de
información tanto escritos como radiofónicos o televisivos y que, día tras día,
confunden a la enorme masa de lectores y oyentes que tienen sus vísceras lo
suficientemente fuertes como para no provocarles vomitera. Estos lacayos del poder,
un día sí, otro también, vierten su información sesgada y servil sobre aquellas
personas dispuestas a escucharles.
Hay que ver con qué pasión tratan de
justificar, qué razonamientos utilizan para venderle al personal como algo
irremediable el continuo despojo de derechos tan básicos como el trabajo, la
vivienda, la educación, la sanidad.
Con que énfasis defienden hoy las medidas
que toma este gobierno de títeres y cómo tratan de salvaguardar los intereses
de sus amos, llámese banqueros, empresarios o políticos de turno. Muy pocos de
estos “profesionales” de la desinformación han tenido la suficiente valentía de
denunciar públicamente esta extendida actitud entre los hombres y mujeres que
un día fueron a las academias o universidades a formarse para lo que debe ser
una tarea imprescindible para una sociedad que se considere como tal que es la
de informar a los ciudadanos de forma veraz e imparcial de cuantos hechos,
noticias o consecuencias ocurren en la misma. A nosotros nos ha tocado vivir y
sufrir en estos tiempos a unos ejemplares que distan mucho de hacer honor a su
profesión tan antigua como la propia civilización.
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