miércoles, 25 de julio de 2012

Del Diario Gara


Víctor Moreno Escritor y profesor

Modesta proposición

El autor alude a las ya famosas tres palabras que la diputada del PP Andrea Fabra lanzó desde su escaño en el Congreso -«¡que se jodan!»- para señalar que su exabrupto no es sino el reflejo de una «chulería cultivada desde la infancia». A este respecto, recuerda que «históricamente hablando, la derecha lo único que ha estado haciendo con la clase obrera, parada o no, es joderla, por activa y por pasiva» y, aunque considera que por esa misma trayectoria una persona así tiene cabida en el PP, muestra su extrañeza porque la Iglesia católica aún no la haya excomulgado por mostrar una actitud tan «antievangélica». Dicho esto, Moreno hace una curiosa y original propuesta.
Hay que ser muy sádico para desear a los demás lo que no quieres para ti, que es el fondo ideológico cabrón de quien se exalta y se lo pasa bomba imaginando lo mal que vivirán millones de personas sin un euro en el bolsillo en los próximos años. Desear verbalmente el mal a los demás es el comienzo de cualquier crimen. Y manifestarlo con alegría y con vehemencia, además de reflejar un odio más o menos soterrado e irredento, es reflejo de una chulería cultivada desde la infancia en los reductos nunca desaparecidos del franquismo o de la autosuficiencia económica.

El exultante «¡que se jodan!» de la nínfula Fabra, más que un exabrupto tradicional y de las jons, es el reflejo atávico del estado mental que la derecha ha sentido y mostrado por la izquierda más o menos lumpen y de ribazo.
Claro que, dado que la condición natural del ser humano es estar siempre jodido, insatisfecho e infeliz, deseárselo al parado, sea por activa o por pasiva, se convierte en un acto redundante. Porque esta diputada, antes de que su gobierno anunciara al mundo la conversión del estado de derecho en estado de desecho, ya tenía formada en su cerebro la idea gloriosamente respetuosa hacia las clases menos favorecidas de este mundo.
Lo suyo no fue un acto de habla inconsciente, espontáneo e irreflexivo. En modo alguno necesitaba la retahíla de Rajoy para aclarar cuál era su rijoso sentimiento acerca de los obreros y de los parados. Pensó siempre así y así seguirá pensando, a pesar de que haya pedido perdón y reconozca que dichas formas de hablar son incompatibles con su boquita de fresa.
Esa expresión es reincidente en el pensamiento de la derecha. En relación con la clase obrera, la derecha siempre ha pecado por obra y por omisión. Máxime si esta clase obrera estaba estigmatizada por los adjetivos de roja, comunista, revolucionaria y demás eufemismos derivados del maniqueísmo más obtuso. Históricamente hablando, la derecha lo único que ha estado haciendo con la clase obrera, parada o no, es joderla, por activa y por pasiva. ¿Qué fueron, si no, los cuarenta años de franquismo, la representación de una obscena jodienda de los rojos por parte de quienes ganaron la guerra civil?

En cierto modo, el grito de esa galopina del franquismo en el Parlamento, quizás, sea el tenebroso recordatorio de esa historia inmediata en que la derecha jodió cuanto quiso y más a quienes, desprovistos de cualquier poder, padecieron sin cuento la dictadura…

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