DOLORES DE REDONDO18 Jun 12
Mi pupila tu gaviota azul-.
¿Qué es corralito? ¿Y tú me lo preguntas?
Corralito... eres tú.
Mariano Rajoy es más mentiroso que los pastorcitos de Fátima. Allá por el año 2002, cuando el petrolero Prestige vertía toneladas de crudo frente a las costas gallegas, creó escuela con los famosos “hilillos de plastilina” y ahora ya tiene su propia universidad. Mariano es una mentira con patas que no ha dicho media verdad en su vida, que se miente a sí mismo hasta con su sexualidad. Por eso escapa de las cámaras como del rojo.
Desde que se mudó a La Moncloa tiene a los paparazzis locos por una “verdadita”, aunque sea una pequeñita para lucir en portada. Y ni eso. Durante su estancia en palacio, que puede ser breve, debería recuperar La Bodeguilla e invitar a su precursor Felipe González (otro que mentía y miente hasta en las siglas). Juntos podrían compartir amenas veladas de billar y puros habanos, hablar de reconversiones, de ajustes y, por qué no, de la independencia frente a las exigencias exteriores, especialistas como son los dos en soberanía (aunque sea de Osborne).
Y hablando de soberano, ha sido sonado su nuevo accidente de trabajo, la misma semana que su nieto se volaba el pinrel. La tasa de siniestralidad laboral del monarca resulta ciertamente preocupante. Pistas de esquí, piscinas, yates o picaderos (donde se adiestran caballos) acostumbran a ser los escenarios predilectos para las fracturas y contusiones de tan insigne, soberano y real talle. Deberían revisarle el convenio, que no se merece tanta jornada. “Sé, sabemos todos, que el camino de la recuperación no será corto ni tampoco fácil, que exigirá sacrificios”, dijo en el único momento en que las familias apagan el televisor en nochebuena.
Y por eso también se fractura de safari en África, haciendo horas extras. Podría ser el título del próximo bodrio de Álex de la Iglesia, ahora que le dio por lo histórico: “El elefante, el jeque, la amante y la cadera quebrada”. Algunos malpensados han insinuado que el paquidermo de Botsuana no existe, que se trataba de un elefante rosa de genuino delirium tremens, pero no es más que mala baba. Dejemos a Juancar en paz, que no gana para disgustos. Respetemos su intimidad y su recogimiento. ¡Qué desgracia de yernos!¡Urdangarín, hijo, con lo majo y buen mozo que eres! ¿Para qué hiciste un Máster en Business Administration si la profesión de chorizo no requiere titulación? Cambiaste el balonmano por el botínmano y vas camino de ser nuevamente olímpico.
Rajoy y sus chicagoboys niegan todo, hasta el corralito. Yo, sin embargo, estoy loca porque llegue el corralito; uno con rejas bien gruesas para todos los chorizos que saquean, roban, mienten, extorsionan y destrozan las vidas de los que aún pueden trabajar (o trabajaban) honradamente. Un corralito de muros de hormigón y garitas de vigilancia con recortes presupuestarios, con muchos recortes presupuestarios. Hoy lo merecen más que ayer, pero menos que mañana.
Y es que hasta mi vecino el campanero, que está sonado y sordo como una tapia, sabe lo que va a pasar en cuestión de días. Incluso antes de que se publique esta columna en MO. Pero, como diría aquel ilustre billarista y humorista llamado José Luis Coll, usuario también de la Bodeguilla: “La próxima semana hablaremos del gobierno”.
Y digo yo... ¿aquí no haría falta una Revolución?
Y luego, ¿por qué me lo preguntas?
¿Qué es corralito? ¿Y tú me lo preguntas?
Corralito... eres tú.
Mariano Rajoy es más mentiroso que los pastorcitos de Fátima. Allá por el año 2002, cuando el petrolero Prestige vertía toneladas de crudo frente a las costas gallegas, creó escuela con los famosos “hilillos de plastilina” y ahora ya tiene su propia universidad. Mariano es una mentira con patas que no ha dicho media verdad en su vida, que se miente a sí mismo hasta con su sexualidad. Por eso escapa de las cámaras como del rojo.
Desde que se mudó a La Moncloa tiene a los paparazzis locos por una “verdadita”, aunque sea una pequeñita para lucir en portada. Y ni eso. Durante su estancia en palacio, que puede ser breve, debería recuperar La Bodeguilla e invitar a su precursor Felipe González (otro que mentía y miente hasta en las siglas). Juntos podrían compartir amenas veladas de billar y puros habanos, hablar de reconversiones, de ajustes y, por qué no, de la independencia frente a las exigencias exteriores, especialistas como son los dos en soberanía (aunque sea de Osborne).
Y hablando de soberano, ha sido sonado su nuevo accidente de trabajo, la misma semana que su nieto se volaba el pinrel. La tasa de siniestralidad laboral del monarca resulta ciertamente preocupante. Pistas de esquí, piscinas, yates o picaderos (donde se adiestran caballos) acostumbran a ser los escenarios predilectos para las fracturas y contusiones de tan insigne, soberano y real talle. Deberían revisarle el convenio, que no se merece tanta jornada. “Sé, sabemos todos, que el camino de la recuperación no será corto ni tampoco fácil, que exigirá sacrificios”, dijo en el único momento en que las familias apagan el televisor en nochebuena.
Y por eso también se fractura de safari en África, haciendo horas extras. Podría ser el título del próximo bodrio de Álex de la Iglesia, ahora que le dio por lo histórico: “El elefante, el jeque, la amante y la cadera quebrada”. Algunos malpensados han insinuado que el paquidermo de Botsuana no existe, que se trataba de un elefante rosa de genuino delirium tremens, pero no es más que mala baba. Dejemos a Juancar en paz, que no gana para disgustos. Respetemos su intimidad y su recogimiento. ¡Qué desgracia de yernos!¡Urdangarín, hijo, con lo majo y buen mozo que eres! ¿Para qué hiciste un Máster en Business Administration si la profesión de chorizo no requiere titulación? Cambiaste el balonmano por el botínmano y vas camino de ser nuevamente olímpico.
Rajoy y sus chicagoboys niegan todo, hasta el corralito. Yo, sin embargo, estoy loca porque llegue el corralito; uno con rejas bien gruesas para todos los chorizos que saquean, roban, mienten, extorsionan y destrozan las vidas de los que aún pueden trabajar (o trabajaban) honradamente. Un corralito de muros de hormigón y garitas de vigilancia con recortes presupuestarios, con muchos recortes presupuestarios. Hoy lo merecen más que ayer, pero menos que mañana.
Y es que hasta mi vecino el campanero, que está sonado y sordo como una tapia, sabe lo que va a pasar en cuestión de días. Incluso antes de que se publique esta columna en MO. Pero, como diría aquel ilustre billarista y humorista llamado José Luis Coll, usuario también de la Bodeguilla: “La próxima semana hablaremos del gobierno”.
Y digo yo... ¿aquí no haría falta una Revolución?
Y luego, ¿por qué me lo preguntas?

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